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Irse en floro
martes, 6 de diciembre de 2011
viernes, 21 de octubre de 2011
“Se cree que dar espacio a la cultura es ir contra la ley de la gravedad”
Entrevista a Pedro Escribano

(Foto: CMS. Tomada de Letra Capital)
Hablar sobre el periodismo cultural en el país es como hablar de una ausencia, de un vacío. Algunos espacios, con todas sus limitaciones, perduran. Uno de ellos es el que tiene a cargo hace 11 años Pedro Escribano, editor de la sección Cultura del diario La República, esa entre la cartelera de cine y la sección espectáculos.
Ese lugar no es casualidad. “Los medios se han confundido, han frivolizado la cultura para venderla”, señala Escribano, literato de la Universidad de San Marcos, que ha sido también profesor y ha terminado siendo periodista.
Como casi todo el periodismo de antaño, este se le presentó en el camino y lo tomó. A principios de los noventas, Federico de Cárdenas, quien era entonces encargado de la sección, lo invitó a escribir reseñas de libros para el diario La República debido, en parte, al Premio Poeta Joven que en 1982 había ganado. De ahí en adelante, catalogarse como periodista ha sido cuestión leer y leer sobre la profesión, como cuando se sumergió en la pedagogía, y de atravesar las distintas secciones del diario en su tiempo libre. Esto lo llevo a enfrentarse a la política, a camales clandestinos de San Juan de Lurigancho o a Susan León “a pecho abierto”, ante los cuales, confiesa, su única defensa era la convicción de que llegado el momento lo escribiría bien desde el punto de vista literario.
Para el año 2000 asumió el cargo de editor de la sección cultura. Entiende que dentro de los medios hay una suerte de parámetros, “una convención de que lo cultural está más asociado a la cuestión estética y reflexiva. Se asume como tema cultural aquel tema que, sin dejar ser divertimento, convoque a la reflexión”, señala.
Cumplir con esos rangos resulta subjetivo y esa una de las claves del problema. “Hay que alzar la cabeza un poco y ver qué hay en la mesa y tener el criterio. Es una apuesta muy subjetiva, muy personal y a veces muy riesgosa también. Cada edición es una antología de los sucesos. El asunto es tener la puntería y la certeza de que hemos hecho lo correcto”.
Teniendo esos parámetros, igual el campo cultural llega a ser demasiado amplio para los espacios que se le brinda en los medios tradicionales. Cuando leo las notas que publicas en La República siento que escribes desde una jaula.
Es lamentable observar que en algunos medios no solo el espacio sea mínimo sino que en algunos ha desaparecido. El caso Perú21, Correo. En el mismo La República teníamos en el suplemento una sección cultura que ya no existe.
En los medios se cree que apostar por la cultura es como ir contra la ley de la gravedad. Mientras que en el país se ha instalado un ministerio de la cultura, tenemos un Nobel de la literatura, la gastronomía es un boom en el mundo, la cantidad de teatro y las publicaciones han aumentado, se habla de industrias culturales, en los medios curiosamente los espacios dedicados a la cultura son mezquindados.
¿Es una manera de quitarle legitimidad a la cultura, quizá no de manera intencional?
Ocurren para mí dos cosas. Los dueños de los medios no están entendiendo que la cultura sí se vende. Por otro lado se ha olvidado que los medios no son solo mercado. (Los medios) también tienen una tarea de docencia, de educación, en todas las áreas. En la cultura no se está ejerciendo esa tarea.
¿Por qué en los medios se le sigue dando legitimidad a temas políticos que a veces no representan realmente las inquietudes de la sociedad y se deja de lado la cultura que, de alguna manera u otra, sí absorbe esas inquietudes?
En el juego social, en el juego político, los temas políticos siempre van a dar mayores dividendos a los líderes, a los medios de comunicación o a los dueños y ese es el camino de instalarse en la sociedad. Gravitan, se convierten en referencias y hasta establecen la agenda de noticias. Los políticos saben hacer su juego. Lo que ocurre con la cultura es que no se asume la conciencia de que un país debe también tener un progreso cultural. La cultura debe devolver el sentido de persona, de humanidad, de actuar ciudadano de acuerdo a principios y valores de justicia.
Lo que pasa también es que ahora existe una línea borrosa entre lo que es cultura y espectáculo. Hace poco Jorge Volpi dijo que la “la terrible crisis del periodismo cultural y los medios en general se agravó cuando estos confundieron la farándula con la cultura”.
Los medios se han confundido, han frivolizado la cultura para venderla. Entiendo que la cultura también debe divertir y debe ser parte del espectáculo pero no parte de la farándula. Ya no es importante conversar con un autor sobre sus propuestas sino otros temas que rozan la vida privada y que no vendrían al caso dado los espacios que tenemos.
Existe también el problema que el periodista que informa se queda en los datos, en las cifras. Si no es un periodista formado en temas culturales no los va a entender muy bien. Por otro lado estos eventos se convierten en plataformas o escenarios o set de personas mediáticas que también están entre la cultura y la farándula. El criterio mediático está definiendo las cosas en los temas culturales.
Hoy en día también se está hablando del periodismo cultural como una cuestión de formas y nuevos métodos de contar las noticias más que de temas en sí. Me refiero particularmente a las propuestas de la Fundación Nuevo Periodismo.
Buscar nuevas formas para seducir al lector es lo que se debe hacer en el periodismo. Las nuevas propuestas apuntan a dejar el estilo fáctico y frio, abandonar la famosa pirámide y dar la noticia no desde el principio sino desde el final a veces. Depende de los géneros y del periodista. Un periodista sin estilo no es nada. Se debe buscar eso, sobre todo porque hay competencia de todo lo audiovisual. La prensa escrita debe asumir el reto.
El medio peruano carece de una pluralidad de géneros. Acá un periódico es una sucesión de notas informativas. ¿Por ahí también podría ir el periodismo cultural?
En el periodismo peruano los géneros están en crisis y no son socorridos como deberían ser. Los periodistas son ganados por la coyuntura, por la nota fáctica, por la nota netamente informativa. No hay las grandes crónicas gozosas, no hay reportajes que toman un tema y van asediando hasta llegar a una gran revelación. En los cincuentas había crónica política. Los hechos del parlamento eran verdaderos relatos literarios con noticia e información. O las crónicas policiales que hoy son fácticas: cuántos muertos, cuánta sangre. El género policial es un género que se presta no solo para hacer buen periodismo sino buena literatura.
Un nuevo contraste teórico es que ahora más que por la objetividad en sí, se aboga por “la mejor manera de contar la realidad”.
Para contar la realidad no hay que ser realista. En términos de escritura, de periodismo, para contar la realidad hay que ser imaginativos. Mariátegui decía: “el mejor camino para acercarnos a la realidad es la fantasía o la imaginación”. Creo que ese concepto es válido y sigue siendo vigente. La nota fáctica es buena. Pero un diarismo no debe olvidar la buena entrevista, el buen reportaje, la buena crónica, en todas las áreas.
Incluso se está desarrollando una tendencia de apuesta por la cultura a nivel latinoamericano. En el IV Congreso Iberoamericano de Cultura se insistió en la idea de que debido a la crisis política y económica ha llegado la hora de la que la cultura se presente como un punto clave en la concepción de desarrollo de las naciones. ¿Cuál es el papel que crees debería jugar la prensa en una apuesta como esa?
Hay que recoger esa apuesta. Para ser concretos, los dueños de los medios no están entendiendo la necesidad de cultura del ciudadano de a pie. Una forma didáctica, pedagógica, una forma de ilustración masiva son los medios de comunicación. No solo la prensa escrita, sino todos los medios. Estos no consideran para nada el tema cultural. Ya no te digo como tema para tratarlo con tal o cual persona, sino ni siquiera como noticia. La televisión tiene que ayudar mucho a que el ciudadano de a pie empiece a interesarse por otros temas y que no sea como ahora que nos agarran por el cogote para ver cuántos muertos hubieron o quién es gay.
Ese lugar no es casualidad. “Los medios se han confundido, han frivolizado la cultura para venderla”, señala Escribano, literato de la Universidad de San Marcos, que ha sido también profesor y ha terminado siendo periodista.
Como casi todo el periodismo de antaño, este se le presentó en el camino y lo tomó. A principios de los noventas, Federico de Cárdenas, quien era entonces encargado de la sección, lo invitó a escribir reseñas de libros para el diario La República debido, en parte, al Premio Poeta Joven que en 1982 había ganado. De ahí en adelante, catalogarse como periodista ha sido cuestión leer y leer sobre la profesión, como cuando se sumergió en la pedagogía, y de atravesar las distintas secciones del diario en su tiempo libre. Esto lo llevo a enfrentarse a la política, a camales clandestinos de San Juan de Lurigancho o a Susan León “a pecho abierto”, ante los cuales, confiesa, su única defensa era la convicción de que llegado el momento lo escribiría bien desde el punto de vista literario.
Para el año 2000 asumió el cargo de editor de la sección cultura. Entiende que dentro de los medios hay una suerte de parámetros, “una convención de que lo cultural está más asociado a la cuestión estética y reflexiva. Se asume como tema cultural aquel tema que, sin dejar ser divertimento, convoque a la reflexión”, señala.
Cumplir con esos rangos resulta subjetivo y esa una de las claves del problema. “Hay que alzar la cabeza un poco y ver qué hay en la mesa y tener el criterio. Es una apuesta muy subjetiva, muy personal y a veces muy riesgosa también. Cada edición es una antología de los sucesos. El asunto es tener la puntería y la certeza de que hemos hecho lo correcto”.
Teniendo esos parámetros, igual el campo cultural llega a ser demasiado amplio para los espacios que se le brinda en los medios tradicionales. Cuando leo las notas que publicas en La República siento que escribes desde una jaula.
Es lamentable observar que en algunos medios no solo el espacio sea mínimo sino que en algunos ha desaparecido. El caso Perú21, Correo. En el mismo La República teníamos en el suplemento una sección cultura que ya no existe.
En los medios se cree que apostar por la cultura es como ir contra la ley de la gravedad. Mientras que en el país se ha instalado un ministerio de la cultura, tenemos un Nobel de la literatura, la gastronomía es un boom en el mundo, la cantidad de teatro y las publicaciones han aumentado, se habla de industrias culturales, en los medios curiosamente los espacios dedicados a la cultura son mezquindados.
¿Es una manera de quitarle legitimidad a la cultura, quizá no de manera intencional?
Ocurren para mí dos cosas. Los dueños de los medios no están entendiendo que la cultura sí se vende. Por otro lado se ha olvidado que los medios no son solo mercado. (Los medios) también tienen una tarea de docencia, de educación, en todas las áreas. En la cultura no se está ejerciendo esa tarea.
¿Por qué en los medios se le sigue dando legitimidad a temas políticos que a veces no representan realmente las inquietudes de la sociedad y se deja de lado la cultura que, de alguna manera u otra, sí absorbe esas inquietudes?
En el juego social, en el juego político, los temas políticos siempre van a dar mayores dividendos a los líderes, a los medios de comunicación o a los dueños y ese es el camino de instalarse en la sociedad. Gravitan, se convierten en referencias y hasta establecen la agenda de noticias. Los políticos saben hacer su juego. Lo que ocurre con la cultura es que no se asume la conciencia de que un país debe también tener un progreso cultural. La cultura debe devolver el sentido de persona, de humanidad, de actuar ciudadano de acuerdo a principios y valores de justicia.
Lo que pasa también es que ahora existe una línea borrosa entre lo que es cultura y espectáculo. Hace poco Jorge Volpi dijo que la “la terrible crisis del periodismo cultural y los medios en general se agravó cuando estos confundieron la farándula con la cultura”.
Los medios se han confundido, han frivolizado la cultura para venderla. Entiendo que la cultura también debe divertir y debe ser parte del espectáculo pero no parte de la farándula. Ya no es importante conversar con un autor sobre sus propuestas sino otros temas que rozan la vida privada y que no vendrían al caso dado los espacios que tenemos.
Existe también el problema que el periodista que informa se queda en los datos, en las cifras. Si no es un periodista formado en temas culturales no los va a entender muy bien. Por otro lado estos eventos se convierten en plataformas o escenarios o set de personas mediáticas que también están entre la cultura y la farándula. El criterio mediático está definiendo las cosas en los temas culturales.
Hoy en día también se está hablando del periodismo cultural como una cuestión de formas y nuevos métodos de contar las noticias más que de temas en sí. Me refiero particularmente a las propuestas de la Fundación Nuevo Periodismo.
Buscar nuevas formas para seducir al lector es lo que se debe hacer en el periodismo. Las nuevas propuestas apuntan a dejar el estilo fáctico y frio, abandonar la famosa pirámide y dar la noticia no desde el principio sino desde el final a veces. Depende de los géneros y del periodista. Un periodista sin estilo no es nada. Se debe buscar eso, sobre todo porque hay competencia de todo lo audiovisual. La prensa escrita debe asumir el reto.
El medio peruano carece de una pluralidad de géneros. Acá un periódico es una sucesión de notas informativas. ¿Por ahí también podría ir el periodismo cultural?
En el periodismo peruano los géneros están en crisis y no son socorridos como deberían ser. Los periodistas son ganados por la coyuntura, por la nota fáctica, por la nota netamente informativa. No hay las grandes crónicas gozosas, no hay reportajes que toman un tema y van asediando hasta llegar a una gran revelación. En los cincuentas había crónica política. Los hechos del parlamento eran verdaderos relatos literarios con noticia e información. O las crónicas policiales que hoy son fácticas: cuántos muertos, cuánta sangre. El género policial es un género que se presta no solo para hacer buen periodismo sino buena literatura.
Un nuevo contraste teórico es que ahora más que por la objetividad en sí, se aboga por “la mejor manera de contar la realidad”.
Para contar la realidad no hay que ser realista. En términos de escritura, de periodismo, para contar la realidad hay que ser imaginativos. Mariátegui decía: “el mejor camino para acercarnos a la realidad es la fantasía o la imaginación”. Creo que ese concepto es válido y sigue siendo vigente. La nota fáctica es buena. Pero un diarismo no debe olvidar la buena entrevista, el buen reportaje, la buena crónica, en todas las áreas.
Incluso se está desarrollando una tendencia de apuesta por la cultura a nivel latinoamericano. En el IV Congreso Iberoamericano de Cultura se insistió en la idea de que debido a la crisis política y económica ha llegado la hora de la que la cultura se presente como un punto clave en la concepción de desarrollo de las naciones. ¿Cuál es el papel que crees debería jugar la prensa en una apuesta como esa?
Hay que recoger esa apuesta. Para ser concretos, los dueños de los medios no están entendiendo la necesidad de cultura del ciudadano de a pie. Una forma didáctica, pedagógica, una forma de ilustración masiva son los medios de comunicación. No solo la prensa escrita, sino todos los medios. Estos no consideran para nada el tema cultural. Ya no te digo como tema para tratarlo con tal o cual persona, sino ni siquiera como noticia. La televisión tiene que ayudar mucho a que el ciudadano de a pie empiece a interesarse por otros temas y que no sea como ahora que nos agarran por el cogote para ver cuántos muertos hubieron o quién es gay.
miércoles, 19 de octubre de 2011
TPP: Tener algo en común

¿Qué tienen en común Australia, Brunei, Chile, Estados Unidos, Malasia, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam? Un acuerdo comercial, ¿qué más podría poner a dialogar a países que para muchos es necesario buscar en el mapa para tomar conciencia de ellos? No está mal, por algo se empieza. Se trata del Acuerdo Transpacífico más conocido como TPP (por sus siglas en ingles) o Acuerdo P4.
Se trata de un acuerdo entre los mencionados países que busca negociar facilidades o acuerdos de mutuo beneficio en el tráfico de distintos tipos de productos, servicios, normas, etc. Este “acuerdo de última generación”, tiene como índice de trabajo temas como aduana, defensa comercial, medidas sanitarias, barreras técnicas al comercio, política de competencia, transparencia, propiedad intelectual, por mencionar algunos que den una imagen –variada, si se puede- de estos. De qué trata exactamente cada uno de estos temas es difícil saberlo para uno, ciudadano de a pie.
El MINCETUR señala que se trata de “un acuerdo inclusivo y de alta calidad que sea soporte para el crecimiento económico, el desarrollo y la generación de empleo de los países miembros, el cual a su vez se convierta en la base para un futuro Acuerdo de Libre Comercio del Asia Pacífico”. Algo más clara su importancia general.
Estas negociaciones que se iniciaron por el impulso del presidente chileno Ricardo Lagos hace unos años va llegando a su cierre. La penúltima reunión se realizará del 24 al 28 de este mes en el país. Sí, acá y ahorita. (¿Por qué siendo un acuerdo tan importante para el país está pasando bastante desapercibido en la agenda pública? Ni el gobierno, ni los medios, ni la sociedad civil se están encargando de hacerlo.)
Este acercamiento entre países tan distintos que, por decirlo de alguna manera, permite ver el mapamundi con oriente a la izquierda y occidente a la derecha de modo que se perciba una relación directa, no cortada, a través del Pacífico, es de gran relevancia cultural también.
En el aspecto económico productivo es de suma importancia promover una cultura de la diversidad ya que es una tarea importante de integración social para preservar las identidades de los pueblos, como señala Edgar Montiel en El Poder de la Cultura.
Pero ese carácter cultural debe ir más allá de las consecuencias culturales inconscientes que genera el nivel económico. Como señala el mismo autor: “El dinero ‘engrasa’ las cosas y detrás de eso viene la cultura y los demás tipos de intercambio. Por supuesto que no hay que dejar que estos intercambios sean puramente arancelarios. Si hay facilidades para la circulación de los clavos y los zapatos, tendría que haber facilidades para la circulación de los libros, de la gente, de los intelectuales, de los que parten de vacaciones, etc”.
¿Hasta qué punto asoman estos temas detrás de las cifras estadísticas del acuerdo? ¿Hasta qué punto están consideradas las relaciones que se podrían tejer a través de asociaciones culturales, instituciones educativas, universidades, industrias culturales, etc?
La crisis mundial actual ya demostró que leer el desarrollo únicamente con cifras macroeconómicas de mercado lo único que brinda es ver la vida de manera incompleta. En el IV Encuentro Iberoamericano de Cultura realizado hace unos meses en Mar de Plata una de las principales premisas que se manejaron fue justamente que ha llegado el momento de insertar la cultura en la concepción de desarrollo. Tanto para el Perú como para Latinoamérica y Asia esta hubiese sido una gran oportunidad de saber qué tienen en común países que hasta ahora muchos buscan en el mapa de su imaginario.
(Publicado originalmente en: http://floreareshumano.lamula.pe/)
jueves, 6 de octubre de 2011
El mundo interior de los textos
(La Prensa sin Gutenberg: el periodismo en la era digital. Jean François Fogel, 2008)

De afuera para adentro. Primero el lector –sí, esta vez el lector es el de afuera- el individuo que se hace dividuo al hacer depender de un texto su realidad o pensamiento. Ya no solo es él, sino también lo que ese texto es para él.

Como refieren los autores, “en cada ámbito nacional, lingüístico o cultural, las prácticas de lectura constituyen, por tanto, el centro de un proceso histórico esencial”.
Es en este tercera ‘revolución’ donde se sumerge La prensa sin Gutenberg: el periodismo en la era digital de Jean François Fogel y Bruno Patiño. Pasamos a adentro, al texto, al papel, a la pantalla. Al detrás de cámara de ese centro neurálgico de la información y el conocimiento que se han vuelto los centros informativos de hoy. Una historia no tanto de emancipación ideológica como en siglos pasados sino –y ahí radica el peligro también- práctica y física.
Ese casi meta-espacio (¿dónde está todo ello que vemos a través de las ventanas web?) que es Internet no revolucionó el mundo de la información, lo re-re-evolucionó. Si una revolución es ya un aceleramiento voluntario de la evolución de algo, una re-re es casi ya hacerlo a la fuerza, a la mala, sin saber si te siguen el paso o no, sabiendo nada más que lo que hay por delante es un vacío que llenar. Por eso hablar de la historia del surgimiento de la prensa en la web es más hablar de errores y correcciones –que para que no suene tan informal o ridículo pueden llamar “darwinismo digital”- que de un proceso metódico en busca de objetivos concretos.
“Cuando se mira la escasez de recursos iniciales, el resultado no deja de sorprender: ha bastado una década para que la prensa electrónica adquiera un aspecto que le es propio”.
“Cuando se mira la escasez de recursos iniciales, el resultado no deja de sorprender: ha bastado una década para que la prensa electrónica adquiera un aspecto que le es propio”.

Con el tiempo se entendió que para la toma de decisiones lo único que se debía de privilegiar era la reacción del lector antes que la decisión de los jefes de información.
“Un sitio de información, desde el único punto de vista del texto, se encuentra en la situación de un diario que se ve obligado a añadir a las fotos y a los artículos de sus páginas, las gafas del lector, las tijeras, la fotocopiadora, los expedientes de recortes, el índice de los archivos, los sobres para enviar copias de artículos a personas cercanas e, incluso, la esponja para mojar el dedo que pasa la página. (…) Eso no es una página, es una panoplia que reciben los internautas y, de momento, lo operativo gana por la mano a la estética”.
La prensa, que cambia los cuadros con el retrato en blanco y negro de Gutenberg por fotografías de Bill Gates o Steve Jobs, entra en una nueva dinámica de gestión de sistemas informativos muy distinta y mucho más compleja que la de la “antigua bohemia de los talleres donde la prensa preparaba publicaciones”.
El cambio choca adentro mismo de los medios. Se da una auto-competencia entre el medio impreso y el web alimentada por una idea de ‘vampirización’ de la segunda sobre la primera. Las capacidades necesarias para la web resultan nuevas. Ya no solo se trata de producir información, a la producción se añade la conducción de la información y la circulación constante.
La información como tal también sufre cambios importantes en su concepción. Ante la masificación de los medios en la web los portales de información trabajan mucho menos en la recopilación de información sin embargo, a la vez, han cobrado un aumento de audiencia no visto antes. La información más que en cantidad, fluye en distintos formatos y se articula con información de archivo que se complementa. Pero también es donde se ha dado la tendencia y la posibilidad de exponer las informaciones más inaccesibles, justamente por la capacidad de convergencia.
En esta nueva dinámica, los periodistas tiene nuevos colegas: los algoritmos, que han mecanizado y acelerado la administración de los sitios webs. Es de esperar para saber hasta qué punto ello no radica solo en un aspecto cuantitativo y de necesidad de producción constante. La calidad siempre estará en la carne humana.
Otros colegas: los blogueros. Los blogs han cobrado una importancia crucial al liberar la generación de información de los cuidados, parámetros y nuevas lógicas del periodismo.
Las cosas cambian. Pero sobre otras que no. Todas estas nuevas dinámicas pertenecen al mundo de la información sí, pero no al del periodismo a secas. El periodismo ético basado en la verdad y la relevancia cultural sabe expresarse en cualquier dinámica que le pongan por delante.

miércoles, 24 de agosto de 2011
Mort Rosenblum: entender los confictos
Entrevista a Mort Rosenblum

Mort Rosenblum tiene imagen de payaso: sonrisa de oreja a oreja, pelo sin peine, espíritu vivo. Pero no, es periodista. De los que se remangan hasta la mitad del brazo las mangas de camisas con mil y un bolsillos. De los que han estado al otro lado de la página o la pantalla, en esa realidad que no parece realidad pero lo es. De los que cuando habla de “medios”, “información”, “periodismo”, se refiere al hecho de poder ser parte viva de algo que, por más terrible que sea, hay que entender para poder informar.
A los 18 dejó la universidad para trabajar como periodista en México y Venezuela. En 1967, con 23 años, inició su trabajo como corresponsal internacional cuando fue enviado por la Associated Press a cubrir la guerra de mercenarios en el Congo. De ahí no paró: los conflictos en Nigeria, Vietnam, Bangladesh, Centro América, Israel, Bosnia, Kosovo, las guerras del golfo, la dictadura en Argentina. Un dato clave de todo ello: “en todas partes del mundo las madres quieren que sus hijos coman”.
Supongo que uno de los temas centrales de los que podía hablar contigo era sobre la noción de la guerra. Habiéndola vivido de cerca, ¿cómo ha cambiado tu visión de esta a como la podías ver antes, a como se puede ver a través de los libros, de la Historia, de los medios?
En uno de tus artículos escribes: “To save our world, we need only turn around, take a notice, and do what matters”. ¿Realmente consideras que el trabajo periodístico puede tener un alcance de tal envergadura? ¿O cuando dices cambiar el mundo te refieres a hacer algo por el mundo?
Son dos cosas. Hacer algo por el mundo lo puede hacer cualquier humano. Pero ser periodista es explicar por qué los seres humanos van a decidir qué hacer. Yo he pasado mucho tiempo tratando de cambiar cosas e incluso a veces mi contraseña es Don Quijote. Pero finalmente llego a comprender que estoy con una lanza frente al molino de piedra. Pero también se puede entrar por la puerta de atrás, subir las escaleras y hablar con la gente. Esa es la forma de hacerlo.
En ese sentido, ¿sientes que el periodismo es una vía para poder lograr ciertos cambios concretos o, al contrario, te hace darte cuenta que es más difícil hacer el cambio?
Es difícil y es muy peligroso eso para alguien que comienza. Salir de una escuela y esperar 20 o 30 años parece una eternidad. Cuando uno comienza una carrera no es el momento de dar conclusiones, es momento de reflejar las cosas que pasan. Creo que es más importante aprender, practicar y cultivar el arte de cruzar esos puentes culturales.
¿Consideras, como muchos, que el mundo está crisis?
El mundo está jodido.
¿Está o siempre ha estado?
No. Ahora es jodido. Los recursos se están terminando, el caos climático es real y serio. Yo estoy acá porque están acabando con los peces en el mar. Tenemos 10% de lo que había hace diez años. Y para la gente es demasiado, entonces están jugando, comprando juguetes. Para mí es un reflejo de que están escapando en vez de absorber lo que realmente pasa en el mundo y buscar soluciones. No es que nos vamos a morir mañana, pero hay problemas que las nuevas generaciones tiene que resolver porque nosotros somos demasiado estúpidos.

Hasta qué punto crees que los medios han contribuido a no darnos cuenta de esta realidad.
“Medios” es una palabra de seis letras que no quiere decir nada. Como “clima”, que puede ser caliente o frío. Lo que hay son diferentes tipos de medios. Lo que hay es como un rumbo conjunto donde va todo el mundo y en eso tienes razón. Y estos simplemente están reflejando lo que creen que quiere la sociedad. Desde los faraones en Egipto que no eran realmente líderes, eran muy adeptos a saber lo que quería la gente y ellos van adelante y dan la impresión que está dirigiendo.
Pero cuando se tratan ciertas crisis como lo que están habiendo en Africa, en España, en Chile, lo vemos como protestas separadas –esta acá, lo otro allá-. En el lenguaje cotidiano del periodismo no hay una idea para entender que todo esto nos está pasando a nosotros como humanidad. Desde ese punto de vista, ¿no crees que a través del lenguaje los medios más dividan al mundo en vez de unirlo?
El problema es que cuando estás cubriendo o escribiendo algo no tienes espacio para explicar.
Hay que decir lo que está pasando y luego hay lugar para algunos párrafos muy importantes que expliquen el ambiente y el por qué. Es bueno guardar toda la información en la cabeza, pero cuando escribes es importante enfocar.
Los síntomas, también, de determinadas demandas suelen ser mucho más complejos de cómo se etiquetan en los medios. Por ejemplo lo de España o lo de Londres es un hartazgo de la forma vida que está llevando, pero se enfoca como producto de la crisis económica y nos centramos ahí. No cerramos.
Pero hay que seguir la línea. La crisis económica es una crisis política. Para mí la crisis económica tiene mucho que ver con lo que están haciendo los republicanos en Estados Unidos. Están negando toda posible solución para que caiga todo para que ellos puedan continuar y ser los salvadores. Entonces la crisis también es reflejo de lo que está pasando en Estados Unidos y lo que está pasando en Europa por otras razones. Las razones económicas son válidas si uno sigue el razonamiento y agrega los aspectos políticos y culturales.
Me suena bastante a El País.
¿Tú lo ves de esa manera? Tú has dicho algo bastante importante en la clase: la primicia no es dar la noticia primero, es darla bien. Creo que hay ahí una relación entre ambas cosas.
Sí, por supuesto. Nosotros, por varias razones, tomamos atajos. En vez de realmente comprender una cosa muy complicada buscamos un atajo que explique una sola cosa, pero realmente no explica nada, pero es mucho más fácil escribir. Ese es el problema. En lo que tiene razón (Gunter Grass) es que hay que ver realmente lo que está pasando, las razones, los resultados y eso es mucho más complicado de lo que nosotros decimos con nuestros atajos.
¿Crees que el periodismo actualmente esté dispuesto a hacer una autocrítica?
Ese es uno de los problemas. Imagina esta imagen:

Respecto a las nuevas tecnologías. Se dice que dan una serie de beneficios como mayor participación, la inmediatez, etc. ¿Pero no es posible que esté creando también una nueva brecha social, la de la información?
Es que es tan… Hay, por ejemplo, un titular: Alemania ataca Polonia. Y abajo la opción “¿Cuál es tu opinión?”. ¡Qué me importa lo que esa persona piense! Lo que yo quiero saber es qué pasa y qué hacen los polacos. No es para 140 caracteres. Como soy viejo y hablo de principios me dicen que estoy contra el cambio. No es así. Yo creo que es formidable, me gustan estos cambios. Pero el mensaje no cambia. Lo importante es lo que dices, no cómo lo dices. Por ejemplo, todas las redes sociales son tiempo y el día no tiene más horas que antes.
Se dice también que las nuevas tecnologías pondrían en riego a los medios tradicionales. ¿No estarían más riesgo por sus relaciones con los poderes
económicos y políticos?
Lo importante es que los medios pueden ganar plata. Los independientes, chicos, free lance, no pueden. Todos los que hacen periodismo tienen que ganar algo, sino es un hobby, un placer o tiene el lujo de tener un familiar rico. Yo no quiero que me informe gente que no esté pagada por hacerlo, porque si no tengo dudar de sus motivos.
Ahora que el imperio de Estados Unidos está cayendo, cómo crees que puede afectar a la información mundial que en gran parte tiene capitales americanos.
Yo no creo que la información sea manejada por los Estados Unidos. Yo creo que hay información que no sale por razones que tienen que ver con el hecho de que hay grandes intereses que no gastan como deben gastar para tener corresponsales y oficinas, por ejemplo. Yo creo que son gente que no les importa un pito la información y lo que quieren es alquilar ojos. Quieren hits. Y la información no les importa qué dice, son solo palabras. Justamente el término “content” (contenido) me da rabia. He enterrado a amigos que buscaban “content”. Yo he jugado mi propia vida y asustado a mi familia para entregar “content”. No se trata de “content”, se trata de “reportaje”, de entender, de formar. “Content” puede ser mierda de toro.
***

edición internacional del NY Times. Ha escrito 10 libros sobre los conflictos que ha cubierto y periodismo. Ha sido nominado 8 veces al premio Pulitzer. Actualmente es catedrático de la Universidad de Arizona y trabaja en un proyecto en internet para ofrecer ayuda básica a reporteros que recién estén comenzando).
Fotos: @claudiapollo
miércoles, 17 de agosto de 2011
Madrid es del 15-M


La columna del monseñor José Antonio Eguren, arzobispo de Piura, publicada ayer (17 de agosto) en el diario El Comercio demuestra la ceguera, egoísmo y falta de voluntad de la Iglesia católica para ver más allá de sus vitrales.
Bajo el título “Madrid: La Iglesia está viva y es joven” de inmediato uno podría suponer (con mucho asombro y sin mucha credibilidad, claro) que la Iglesia habría decidido apoyar a “los indignados” del 15M. ¿Es posible? No, obvio. Todo lo contrario. Ha volteado la cara, ha cerrado los ojos y, es más, ha creado otra realidad.
Monseñor Eguren (amén) narra, con una paz interior que aterra e indigna, la alegría, y hermosura de la llegada de la Jornada Mundial de la Juventud 2011 (JMJ) a la capital española. Escribe: “Muchos madrileños me han dicho estos días: ‘Qué hermoso y confortador es ver tanta juventud sana, buena y creyente. Y es verdad: se los ve rezar, cantar y compartir su fe cristiana con alegría y sencillez’. No se ve consumo de alcohol o drogas, ni actitudes promiscuas y mucho menos desórdenes en la calles. Tan solo una juventud en Cristo y con la Iglesia. Alegre y solidaria”. Y continua: “Recorro las calles de Madrid estos días y me lleno de esperanza al ver a tantos jóvenes, de diferentes razas, culturas, y lenguas, pero todos unidos por la fe que crea comunión y alegría”.
La felicidad y fe del Monseñor (amén) no tendría nada de malo si la JMJ se hubiera dado en otras circunstancias y, sobre todo, en otro lugar. Madrid y casi todas las ciudades españolas, han sido escenario del movimiento 15M, el hecho histórico más significativo del país desde el fin de la dictadura de Franco. Un movimiento que debido a su complejidad de demandas profundas puede sintetizarse diciendo que se trata de una sociedad harta de una forma vida (política, económica y cultural). Una forma de vida al servicio de los grandes poderes políticos y económicos. Y la Iglesia ahí tampoco se salva.
Ahí, al lado de la esperanza que ve en los jóvenes con rosarios en mano, el 46,3% de los españoles declara su "falta de confianza en un futuro prometedor” y más de uno de cada tres considera que "por muchos esfuerzos que uno haga en la vida nunca se consigue lo que se desea".
Los indignados han resistido por meses, han hecho recordar al mundo de que indignarse es un derecho y le han hecho entender a millones alrededor del mundo de que no se trata de una depresión o tristeza personal, sino de un sistema político y económico injusto.
Frente a esto, la llegada de la celebración del JMJ a la ciudad que le pertenece al 15M (sí, le pertenece) no parece más que un acto de cinismo y perversión. Igual las palabras del arzobispo de Piura. Los enfrentamientos de ayer por la tarde dan prueba de ello.
Este egoísmo por parte de la Iglesia no hace más que dar razón a Marx cuando escribió: “La abolición de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es una exigencia para su felicidad real”. Y si es pues que “la crítica deshojó las flores imaginarias que adornan nuestras cadenas, no para que el hombre lleve sus cadenas prosaicas y desoladoras, sino para que se las arranque y recoja la flor viva”, esto se ha dado, a su imagen y semejanza, en el movimiento 15-M.
jueves, 7 de julio de 2011
Descubrir Machu Picchu

En todo ese debate de comienzo de año, mucha gente se vio sorprendida al enterarse de que tan solo hace cien años se había descubierto MP. He ahí el dilema. Lo que sorprendía era que, de pronto, MP ya no era el del pasado milenario de los incas, sino el descubierto hace una centena de años.
Descubrir
Un "descubrimiento" lo que hace -entre otras cosas, me imagino- es dar a conocer algo a otros, al mundo. Conferirle una vida pública. En el caso de un lugar histórico como MP permite, con el tiempo, que se convierta en un lugar turístico y, por lo tanto, conferirle un valor económico.
Durante este último gobierno este carácter turístico ha sido explotado y beneficioso para el país en muchos aspectos, no solo el económico. Pero esto no debe hacer olvidar el verdadero valor de MP.
Y si de "descubrir" se trata, el descubrimiento de mayor valor radica en la posibilidad real de vivir en armonía con la naturaleza, sin sobrarse ante en ella, sino entendiéndola y siéndole recíproco. Como dice el comercial ese: "descubrieron que la montaña y la ciudad eran lo mismo" (o algo así). Y esto, en primer lugar, lo hicieron los incas hace miles de años.
Darle mayor importancia al "descubrimiento" es despojar a MP de su real autoría. Toda la parafernalia de estos días termina siendo un agradecimiento a Hiram Bingham y su gente (que es el punto de referencia que se toma), antes que un homenaje al pasado incaico al que tanto manoseamos cuando nos conviene.
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