viernes, 21 de octubre de 2011

“Se cree que dar espacio a la cultura es ir contra la ley de la gravedad”

Entrevista a Pedro Escribano

(Foto: CMS. Tomada de Letra Capital)

Hablar sobre el periodismo cultural en el país es como hablar de una ausencia, de un vacío. Algunos espacios, con todas sus limitaciones, perduran. Uno de ellos es el que tiene a cargo hace 11 años Pedro Escribano, editor de la sección Cultura del diario La República, esa entre la cartelera de cine y la sección espectáculos.

Ese lugar no es casualidad. “Los medios se han confundido, han frivolizado la cultura para venderla”, señala Escribano, literato de la Universidad de San Marcos, que ha sido también profesor y ha terminado siendo periodista.

Como casi todo el periodismo de antaño, este se le presentó en el camino y lo tomó. A principios de los noventas, Federico de Cárdenas, quien era entonces encargado de la sección, lo invitó a escribir reseñas de libros para el diario La República debido, en parte, al Premio Poeta Joven que en 1982 había ganado. De ahí en adelante, catalogarse como periodista ha sido cuestión leer y leer sobre la profesión, como cuando se sumergió en la pedagogía, y de atravesar las distintas secciones del diario en su tiempo libre. Esto lo llevo a enfrentarse a la política, a camales clandestinos de San Juan de Lurigancho o a Susan León “a pecho abierto”, ante los cuales, confiesa, su única defensa era la convicción de que llegado el momento lo escribiría bien desde el punto de vista literario.

Para el año 2000 asumió el cargo de editor de la sección cultura. Entiende que dentro de los medios hay una suerte de parámetros, “una convención de que lo cultural está más asociado a la cuestión estética y reflexiva. Se asume como tema cultural aquel tema que, sin dejar ser divertimento, convoque a la reflexión”, señala.

Cumplir con esos rangos resulta subjetivo y esa una de las claves del problema. “Hay que alzar la cabeza un poco y ver qué hay en la mesa y tener el criterio. Es una apuesta muy subjetiva, muy personal y a veces muy riesgosa también. Cada edición es una antología de los sucesos. El asunto es tener la puntería y la certeza de que hemos hecho lo correcto”.

Teniendo esos parámetros, igual el campo cultural llega a ser demasiado amplio para los espacios que se le brinda en los medios tradicionales. Cuando leo las notas que publicas en La República siento que escribes desde una jaula.

Es lamentable observar que en algunos medios no solo el espacio sea mínimo sino que en algunos ha desaparecido. El caso Perú21, Correo. En el mismo La República teníamos en el suplemento una sección cultura que ya no existe.

En los medios se cree que apostar por la cultura es como ir contra la ley de la gravedad. Mientras que en el país se ha instalado un ministerio de la cultura, tenemos un Nobel de la literatura, la gastronomía es un boom en el mundo, la cantidad de teatro y las publicaciones han aumentado, se habla de industrias culturales, en los medios curiosamente los espacios dedicados a la cultura son mezquindados.

¿Es una manera de quitarle legitimidad a la cultura, quizá no de manera intencional?

Ocurren para mí dos cosas. Los dueños de los medios no están entendiendo que la cultura sí se vende. Por otro lado se ha olvidado que los medios no son solo mercado. (Los medios) también tienen una tarea de docencia, de educación, en todas las áreas. En la cultura no se está ejerciendo esa tarea.

¿Por qué en los medios se le sigue dando legitimidad a temas políticos que a veces no representan realmente las inquietudes de la sociedad y se deja de lado la cultura que, de alguna manera u otra, sí absorbe esas inquietudes?

En el juego social, en el juego político, los temas políticos siempre van a dar mayores dividendos a los líderes, a los medios de comunicación o a los dueños y ese es el camino de instalarse en la sociedad. Gravitan, se convierten en referencias y hasta establecen la agenda de noticias. Los políticos saben hacer su juego. Lo que ocurre con la cultura es que no se asume la conciencia de que un país debe también tener un progreso cultural. La cultura debe devolver el sentido de persona, de humanidad, de actuar ciudadano de acuerdo a principios y valores de justicia.

Lo que pasa también es que ahora existe una línea borrosa entre lo que es cultura y espectáculo. Hace poco Jorge Volpi dijo que la “la terrible crisis del periodismo cultural y los medios en general se agravó cuando estos confundieron la farándula con la cultura”.

Los medios se han confundido, han frivolizado la cultura para venderla. Entiendo que la cultura también debe divertir y debe ser parte del espectáculo pero no parte de la farándula. Ya no es importante conversar con un autor sobre sus propuestas sino otros temas que rozan la vida privada y que no vendrían al caso dado los espacios que tenemos.

Existe también el problema que el periodista que informa se queda en los datos, en las cifras. Si no es un periodista formado en temas culturales no los va a entender muy bien. Por otro lado estos eventos se convierten en plataformas o escenarios o set de personas mediáticas que también están entre la cultura y la farándula. El criterio mediático está definiendo las cosas en los temas culturales.

Hoy en día también se está hablando del periodismo cultural como una cuestión de formas y nuevos métodos de contar las noticias más que de temas en sí. Me refiero particularmente a las propuestas de la Fundación Nuevo Periodismo.

Buscar nuevas formas para seducir al lector es lo que se debe hacer en el periodismo. Las nuevas propuestas apuntan a dejar el estilo fáctico y frio, abandonar la famosa pirámide y dar la noticia no desde el principio sino desde el final a veces. Depende de los géneros y del periodista. Un periodista sin estilo no es nada. Se debe buscar eso, sobre todo porque hay competencia de todo lo audiovisual. La prensa escrita debe asumir el reto.

El medio peruano carece de una pluralidad de géneros. Acá un periódico es una sucesión de notas informativas. ¿Por ahí también podría ir el periodismo cultural?

En el periodismo peruano los géneros están en crisis y no son socorridos como deberían ser. Los periodistas son ganados por la coyuntura, por la nota fáctica, por la nota netamente informativa. No hay las grandes crónicas gozosas, no hay reportajes que toman un tema y van asediando hasta llegar a una gran revelación. En los cincuentas había crónica política. Los hechos del parlamento eran verdaderos relatos literarios con noticia e información. O las crónicas policiales que hoy son fácticas: cuántos muertos, cuánta sangre. El género policial es un género que se presta no solo para hacer buen periodismo sino buena literatura.

Un nuevo contraste teórico es que ahora más que por la objetividad en sí, se aboga por “la mejor manera de contar la realidad”.

Para contar la realidad no hay que ser realista. En términos de escritura, de periodismo, para contar la realidad hay que ser imaginativos. Mariátegui decía: “el mejor camino para acercarnos a la realidad es la fantasía o la imaginación”. Creo que ese concepto es válido y sigue siendo vigente. La nota fáctica es buena. Pero un diarismo no debe olvidar la buena entrevista, el buen reportaje, la buena crónica, en todas las áreas.

Incluso se está desarrollando una tendencia de apuesta por la cultura a nivel latinoamericano. En el IV Congreso Iberoamericano de Cultura se insistió en la idea de que debido a la crisis política y económica ha llegado la hora de la que la cultura se presente como un punto clave en la concepción de desarrollo de las naciones. ¿Cuál es el papel que crees debería jugar la prensa en una apuesta como esa?

Hay que recoger esa apuesta. Para ser concretos, los dueños de los medios no están entendiendo la necesidad de cultura del ciudadano de a pie. Una forma didáctica, pedagógica, una forma de ilustración masiva son los medios de comunicación. No solo la prensa escrita, sino todos los medios. Estos no consideran para nada el tema cultural. Ya no te digo como tema para tratarlo con tal o cual persona, sino ni siquiera como noticia. La televisión tiene que ayudar mucho a que el ciudadano de a pie empiece a interesarse por otros temas y que no sea como ahora que nos agarran por el cogote para ver cuántos muertos hubieron o quién es gay.

miércoles, 19 de octubre de 2011

TPP: Tener algo en común


¿Qué tienen en común Australia, Brunei, Chile, Estados Unidos, Malasia, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam? Un acuerdo comercial, ¿qué más podría poner a dialogar a países que para muchos es necesario buscar en el mapa para tomar conciencia de ellos? No está mal, por algo se empieza. Se trata del Acuerdo Transpacífico más conocido como TPP (por sus siglas en ingles) o Acuerdo P4.

Se trata de un acuerdo entre los mencionados países que busca negociar facilidades o acuerdos de mutuo beneficio en el tráfico de distintos tipos de productos, servicios, normas, etc. Este “acuerdo de última generación”, tiene como índice de trabajo temas como aduana, defensa comercial, medidas sanitarias, barreras técnicas al comercio, política de competencia, transparencia, propiedad intelectual, por mencionar algunos que den una imagen –variada, si se puede- de estos. De qué trata exactamente cada uno de estos temas es difícil saberlo para uno, ciudadano de a pie.

El MINCETUR señala que se trata de “un acuerdo inclusivo y de alta calidad que sea soporte para el crecimiento económico, el desarrollo y la generación de empleo de los países miembros, el cual a su vez se convierta en la base para un futuro Acuerdo de Libre Comercio del Asia Pacífico”. Algo más clara su importancia general.

Estas negociaciones que se iniciaron por el impulso del presidente chileno Ricardo Lagos hace unos años va llegando a su cierre. La penúltima reunión se realizará del 24 al 28 de este mes en el país. Sí, acá y ahorita. (¿Por qué siendo un acuerdo tan importante para el país está pasando bastante desapercibido en la agenda pública? Ni el gobierno, ni los medios, ni la sociedad civil se están encargando de hacerlo.)

Este acercamiento entre países tan distintos que, por decirlo de alguna manera, permite ver el mapamundi con oriente a la izquierda y occidente a la derecha de modo que se perciba una relación directa, no cortada, a través del Pacífico, es de gran relevancia cultural también.

En el aspecto económico productivo es de suma importancia promover una cultura de la diversidad ya que es una tarea importante de integración social para preservar las identidades de los pueblos, como señala Edgar Montiel en El Poder de la Cultura.

Pero ese carácter cultural debe ir más allá de las consecuencias culturales inconscientes que genera el nivel económico. Como señala el mismo autor: “El dinero ‘engrasa’ las cosas y detrás de eso viene la cultura y los demás tipos de intercambio. Por supuesto que no hay que dejar que estos intercambios sean puramente arancelarios. Si hay facilidades para la circulación de los clavos y los zapatos, tendría que haber facilidades para la circulación de los libros, de la gente, de los intelectuales, de los que parten de vacaciones, etc”.

¿Hasta qué punto asoman estos temas detrás de las cifras estadísticas del acuerdo? ¿Hasta qué punto están consideradas las relaciones que se podrían tejer a través de asociaciones culturales, instituciones educativas, universidades, industrias culturales, etc?

La crisis mundial actual ya demostró que leer el desarrollo únicamente con cifras macroeconómicas de mercado lo único que brinda es ver la vida de manera incompleta. En el IV Encuentro Iberoamericano de Cultura realizado hace unos meses en Mar de Plata una de las principales premisas que se manejaron fue justamente que ha llegado el momento de insertar la cultura en la concepción de desarrollo. Tanto para el Perú como para Latinoamérica y Asia esta hubiese sido una gran oportunidad de saber qué tienen en común países que hasta ahora muchos buscan en el mapa de su imaginario.

(Publicado originalmente en: http://floreareshumano.lamula.pe/)

jueves, 6 de octubre de 2011

El mundo interior de los textos

(La Prensa sin Gutenberg: el periodismo en la era digital. Jean François Fogel, 2008)

“Leer un texto”: una frase breve, sencilla. La primera imagen que salta a nuestra imaginación quizá es la de un sujeto frente a una hoja, un libro o una pantalla. Es más complicado el asunto en realidad si consideramos que dicha lectura no se inicia en las primeras palabras leídas, sino en su ADN que las hace dignas de una lectura. No se trata de caprichos superficiales, se trata de un arte que apunta más a la disciplina práctica que a la ostentación. Como diría Béatrice Warde: “Friend, yo stand on sacred ground, thi is a printig office”.

De afuera para adentro. Primero el lector –sí, esta vez el lector es el de afuera- el individuo que se hace dividuo al hacer depender de un texto su realidad o pensamiento. Ya no solo es él, sino también lo que ese texto es para él.

El libro Historia de la lectura en el mundo occidental de Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (Taurus, 1998) traza ese proceso histórico en el que el hombre, época tras época, ha ido modificando su relación con las distintas plataformas físicas y tendencias sociales que sostienen y envuelven la lectura. En un plano general, sostienen, se cuentan tres revoluciones de la lectura hasta el día de hoy. Tres y una, digamos, porque antes hay que descartar la imprenta de Gutenberg que si bien permitió una mayor proliferación y democratización de los textos, no modificó la lectura en sí.

La primera ´revolución de la lectura’ en la época moderna sería el paso de una lectura monástica, asociada a la conservación y memorización del conocimiento, a una lectura escolástica más filosófica, caracterizada sobre todo por la lectura en silencio, que la dotó de un carácter intelectual en los siglos XII y XIII. Para la segunda mitad del siglo XVIII las lecturas “intensivas” de los sujetos limitados a un bagaje cerrado de lecturas religiosas que debían de ser releídas una y otra vez, fueron dejadas de lado por lecturas “extensivas” que apuntan más a la variedad y la cantidad de diversos tipos de textos para consumir. Hoy en día es la transmisión electrónica de los textos a través de Internet en un mundo globalizado la que remueve las concepciones físicas y productivas de la lectura.

Como refieren los autores, “en cada ámbito nacional, lingüístico o cultural, las prácticas de lectura constituyen, por tanto, el centro de un proceso histórico esencial”.


Es en este tercera ‘revolución’ donde se sumerge La prensa sin Gutenberg: el periodismo en la era digital de Jean François Fogel y Bruno Patiño. Pasamos a adentro, al texto, al papel, a la pantalla. Al detrás de cámara de ese centro neurálgico de la información y el conocimiento que se han vuelto los centros informativos de hoy. Una historia no tanto de emancipación ideológica como en siglos pasados sino –y ahí radica el peligro también- práctica y física.

Ese casi meta-espacio (¿dónde está todo ello que vemos a través de las ventanas web?) que es Internet no revolucionó el mundo de la información, lo re-re-evolucionó. Si una revolución es ya un aceleramiento voluntario de la evolución de algo, una re-re es casi ya hacerlo a la fuerza, a la mala, sin saber si te siguen el paso o no, sabiendo nada más que lo que hay por delante es un vacío que llenar. Por eso hablar de la historia del surgimiento de la prensa en la web es más hablar de errores y correcciones –que para que no suene tan informal o ridículo pueden llamar “darwinismo digital”- que de un proceso metódico en busca de objetivos concretos.

“Cuando se mira la escasez de recursos iniciales, el resultado no deja de sorprender: ha bastado una década para que la prensa electrónica adquiera un aspecto que le es propio”.

Una década en la cual los debates de cómo entender, hacer frente y adaptarse a esa nueva plataforma fueron encontrando una lógica a medida que cada medio apostó por distintas formas. Una de las evoluciones clave que se dio fue el de la tipografía. Del arte de la selección y disposición de los caracteres más adecuados para una página impresa, pasó a tener en su dominio una plataforma que requería decisiones también en cuanto a formatos de información, colores, archivos, facilidades de uso, diseño de redes, convergencia. Y en una tendencia de movimientos verticales de la pantalla que –un poco contradictorio con la ‘revolución’- hace volver más a la dinámica de los rollos de la época grecolatinas, señalan Cavallo y Chartier. Ante las distintas posibilidades que se tantearon en un inicio “al intentar el periodismo on-line, ninguna empresa podía maquillar el fondo de su identidad” debido a que la mayoría de ellas mantuvo la misma dinámica impresa o televisiva en la pantalla de las PC.
Con el tiempo se entendió que para la toma de decisiones lo único que se debía de privilegiar era la reacción del lector antes que la decisión de los jefes de información.

“Un sitio de información, desde el único punto de vista del texto, se encuentra en la situación de un diario que se ve obligado a añadir a las fotos y a los artículos de sus páginas, las gafas del lector, las tijeras, la fotocopiadora, los expedientes de recortes, el índice de los archivos, los sobres para enviar copias de artículos a personas cercanas e, incluso, la esponja para mojar el dedo que pasa la página. (…) Eso no es una página, es una panoplia que reciben los internautas y, de momento, lo operativo gana por la mano a la estética”.

La prensa, que cambia los cuadros con el retrato en blanco y negro de Gutenberg por fotografías de Bill Gates o Steve Jobs, entra en una nueva dinámica de gestión de sistemas informativos muy distinta y mucho más compleja que la de la “antigua bohemia de los talleres donde la prensa preparaba publicaciones”.

El cambio choca adentro mismo de los medios. Se da una auto-competencia entre el medio impreso y el web alimentada por una idea de ‘vampirización’ de la segunda sobre la primera. Las capacidades necesarias para la web resultan nuevas. Ya no solo se trata de producir información, a la producción se añade la conducción de la información y la circulación constante.

La información como tal también sufre cambios importantes en su concepción. Ante la masificación de los medios en la web los portales de información trabajan mucho menos en la recopilación de información sin embargo, a la vez, han cobrado un aumento de audiencia no visto antes. La información más que en cantidad, fluye en distintos formatos y se articula con información de archivo que se complementa. Pero también es donde se ha dado la tendencia y la posibilidad de exponer las informaciones más inaccesibles, justamente por la capacidad de convergencia.


En esta nueva dinámica, los periodistas tiene nuevos colegas: los algoritmos, que han mecanizado y acelerado la administración de los sitios webs. Es de esperar para saber hasta qué punto ello no radica solo en un aspecto cuantitativo y de necesidad de producción constante. La calidad siempre estará en la carne humana.

Otros colegas: los blogueros. Los blogs han cobrado una importancia crucial al liberar la generación de información de los cuidados, parámetros y nuevas lógicas del periodismo.
Las cosas cambian. Pero sobre otras que no. Todas estas nuevas dinámicas pertenecen al mundo de la información sí, pero no al del periodismo a secas. El periodismo ético basado en la verdad y la relevancia cultural sabe expresarse en cualquier dinámica que le pongan por delante.